amenaza

M 5.1 Una amenaza es una valoración subjetiva de una influencia externa desestabilizante susceptible de producir un perjuicio o carencia. Cualquier circunstancia que pueda desestabilizar al estatus conocido es entendida como una amenaza, que puede ser banal y controlable o, por el contrario, puede resultar un desastre más o menos incontrolable. Sea cual sea su intensidad, su naturaleza siempre es la misma y nunca es positiva para nadie.

Una amenaza es una valoración subjetiva de una influencia externa desestabilizante susceptible de producir un perjuicio o carencia.

Una amenaza es una oportunidad para el cambio porque, como hemos visto con anterioridad, las personas se mueven más por reacción que por acción y la situación de amenaza lleva consigo siempre un movimiento compensatorio para evitarla. No obstante, estas oportunidades nunca son bien valoradas y tampoco son bienvenidas, porque el sentimiento de amenaza siempre es desagradable.

M 5.2 Una amenaza es un sentimiento enormemente subjetivo que adquiere entidad en quien la percibe y que muchas veces no se corresponde con los juicios de otros observadores. El sentimiento de amenaza es el resultado de una valoración, no es algo objetivo. Los acontecimientos serán amenazantes solo si se los considera como tales. Cualquier maniobra ideada para crear amenaza en el otro no será amenaza si no la percibe como susceptible de crear un perjuicio o una carencia evidentes para él. Cualquiera sabe que los mismos gestos que amilanan a unos dejan indiferentes a otros. Sin duda existen multitud de peligros objetivos. Un desastre natural que viene directo a nosotros no es ninguna tontería, del mismo modo que no lo es un esquizofrénico furioso con una escopeta cargada, pero si no percibimos estos peligros objetivos como amenazas, entonces no lo son. Por el contrario, hay quien ve peligros en todas partes dando valor a cualquier suceso que puede materializarse de forma remota y casi sin probabilidad. Hay personas que se pre-ocupan por todo, es decir que se ocupan de las circunstancias antes siquiera de que tengan importancia o lleguen a materializarse como un peligro objetivo. La amenaza siempre es subjetiva.

M 5.3 Debemos tener muy claro que existe una gran diferencia ente amenaza y maniobras tales como la coacción o el desafío. La amenaza es el resultado de un cálculo de valoración subjetiva de cada persona hacia una fuerza externa que cree capaz de producir efectos negativos. La coacción, que tiene como objetivo amenazar, no es una amenaza en sí hasta que no se la valora como tal, y debe concebirse como lo que es: una maniobra que organiza los acontecimientos de forma que la persona diana comprenda que el agente pretende imponer por la fuerza una dependencia claramente negativa sobre ella. Coaccionar supone amenazar siempre, pero la coacción es una de las múltiples causas posibles capaces de provocar sensación de amenaza, y no precisamente la más habitual.

Otro tanto podemos decir del desafío, que puede no resultar en absoluto amenazante. Por el contrario, una persona alegre, divertida, espontánea y amable puede resultar una amenaza para otra persona sin habilidades sociales que ve cómo su mundo se derrumba ante la irrupción de un competidor tan benévolo. Muchas veces no se entiende como los autores del mobbing pueden elegir como víctimas a las personas más valiosas, pero el caso es que, con tanta valía y cualidad positiva, estas personas pueden eclipsar a sus verdugos y los pueden llevar a una situación límite de celos y envidias que termine bastante mal y que saque lo peor de ellos en la relación; estas personas valiosas constituyen por ello una amenaza.

cualidades de las amenazas

M 5.4 La amenaza puede afectar a las partes o a la relación misma. Muchas veces el valor de una relación hace que cualquier factor que la desestabilice sea considerado como un peligro y una amenaza, lo que lleva a las partes, o a una de ellas, a mantener unos contactos muy medidos para no alterar la integridad misma de la relación. En estos casos la comunicación está muy condicionada, es muy pobre y tiene poco margen de maniobra.

M 5.5 La amenaza siempre lo es de hecho. Existen peligros que podemos considerar como objetivos y existen actitudes de coacción que generan sentimientos de amenaza, pero no existe amenaza si la parte afectada no valora la situación como tal. Esta circunstancia puede provocar en la parte amenazadora que se radicalicen los métodos y las formas y que se reitere la estrategia cayendo en el “más de lo mismo”, hasta conseguir algo que probablemente nunca se consiga o, lo que es peor, que se provoquen otros efectos colaterales indeseados.

M 5.6 Si tuviésemos que redactar un listado de dimensiones de la amenaza, aquello que la hace más o menos negativa, obtendríamos un conjunto enorme de dimensiones que, una vez refinadas por el filtro de la experiencia, se quedarían en el grupo siguiente que ha sido seleccionado por su utilidad manifiesta a la hora de predecir unos efectos importantes en cualquier situación. Por lo tanto, lo que hace de una amenaza más o menos negativa, o más o menos efectiva, son las siguientes variables:

  • La novedad, o baja posibilidad de predecir los acontecimientos con detalle. Las circunstancias nuevas nos llevan a enfrentarnos a peligros que no conocemos y que nos desestabilizan.
  • La incertidumbre, la ambigüedad y la desestructuración. El grupo de lo incierto es una potente fuente de problemas y una puerta directa a la ansiedad.
  • La inminencia. Algo que está claro que va a suceder de forma inminente altera mucho más que una posibilidad remota de cara a la cual siempre se podrá pensar algo con el tiempo para hacerle frente.
  • La duración. Amenazas prolongadas hacen saltar todos los resortes de la paciencia y de la resistencia. La persistencia de determinadas personas a la hora de prolongar sus ataques es un arma muy poderosa a largo plazo. La resistencia tiene un límite.
  • La gravedad. Es evidente, tras una valoración catastrófica de su repercusión, la amenaza siempre alcanzará sus mayores cotas de negativismo y drama. Una vez más es preciso hacer referencia al carácter subjetivo de esta valoración de gravedad.

M 5.7 Siempre que se realiza una valoración de una amenaza, cuanto mayor es la gravedad percibida menor es la variedad de recursos movilizados y mayor es la intensidad del uso de unos pocos o, normalmente, de uno solo. Es la aplicación del principio del más de lo mismo. En situaciones de crisis nos volvemos conservadores y recurrimos a lo que tenemos a mano, aunque con ello no se obtenga ningún resultado. Esta es una circunstancia que se repite muy a menudo y que abre puertas a determinados problemas psicológicos.

M 5.8 Una vez hecho el juicio más o menos acertado de lo que supone una verdadera amenaza, las partes tienen tres opciones:

  • Claudicar. No es raro que las personas decidan que es mejor soportar estoicamente lo que venga antes que renunciar a lo que tienen, o que prefieran claudicar antes que descubrirse ante determinadas situaciones, o incluso que claudiquen antes que tener que hacer algo que va en contra de sus principios.
  • Ignorarla. Puede suponer una opción sana o un suicidio (al igual que la anterior). La valoración de la amenaza siempre será subjetiva y el peligro puede ser objetivo y muy importante. En todo caso, sobre todo en las relaciones interpersonales, el gesto de ignorar algo suele ser estratégico y suele basarse en la técnica psicológica de la extinción, que por cierto no suele dar muy buenos resultados.
  • Movilizar recursos para: hacerle frente, escapar, o hacer intervenir a terceros buscando aliados o transfiriendo la crisis (buscar un técnico o llamar a mamá). Normalmente la actitud de transferir la crisis a profesionales o a conocidos, suele ser el resultado de un colapso ante una valoración que se ve extremadamente desfavorable.